CRITICA. WHIPLASH

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Whiplash. Guión y dirección: Damien Chazelle. Interpretes: Miles Teller, JK Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser.

El director Damien Chazelle  brinda una obra de calidad, donde se conjugan sabiamente los lenguajes del cine y la música. Secuencias rítmicas que refieren al duelo de voluntades  y miradas desafiantes de dos personajes en escena,  en coyuntura con  el batiente tambor y los platillos vibrantes de un progresivo “in crecendo” // término que se utiliza a modo de  notación musical para indicar que se debe aumentar gradualmente la intensidad del sonido. En tanto la  edición de la película resulta vital en su aporte a la narrativa visual de de un relato donde al ritmo del  jazz se transcribe de forma fluida la sucesión de plano a plano y la intensidad de cada escena.

Todo esto  hace de  WHIPLASH una de las mejores y mas sorpresivas  películas del año, que  nos propone una mirada inquietante entre la dedicación y su difuso limite con la obsesión. Andrew Neyman (Miles Teller),  transita por este relato adentrándose a una  angustiante  y descendiente espiral hacia la obsesión y la soledad, todo en pos de convertirse en un baterista dispuesto a dejar un resonante legado. De modo que en principio tomara distancia de todo aquello que lo haga permeable a los afectos.

Pero el buen Andrew comprenderá lo que es el camino de la perfección cuando su destino se cruce por los pasillos del conservatorio de música con Terence Fletcher (JK Simmons), un distinguido profesor y director de la banda, quien  instruye a sus músicos a instancias de ensayo por demás severas, de peligrosa similitud con el entrenamiento militar de los marines o fuerzas especiales. Desde entonces Newman buscara hacerse de la atención e impresionar a este implacable mentor.

El método como mentor de  Fletcher nos resulta remanente del adiestramiento proporcionado a las milicias por el sargento Hartman de Full Metal Jacket (Stanley Kubrick) . El Maestro Fletcher y el discípulo Newman, perderán su humanidad y su empatía al transcurrir el relato, definiéndose como personajes bastos y sesgados, en un juego consentido de victimas y victimarios, donde la agresividad y la tolerancia superan instancias inimaginables en un raid angustiante de dos hombres obsesionados con la perfección, en una película sutil,  sorprendente e inolvidable.

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